A finales de los 70’ y a principios de los
80’, la clase trabajadora seguía sacrificándose
en la lucha por la recuperación de los derechos y las libertades. Seguía trabajando
y reivindicando la dignificación de sus olvidados barrios y la mejora de las
condiciones laborales. Aquellos años de luchas sindicales, vecinales y
políticas, marcaron la senda de la Transición hacia la democracia y el Estado
del bienestar.
Nadie regaló nada a la clase trabajadora. Y
es un insulto que algunos advenedizos de política de salón digan que la
Transición fue un paripé y que tenemos exactamente aquello que generosamente
quisieron darnos los poderes fácticos.
La culpa es nuestra por no enseñar en las
escuelas cómo se vivía en los barrios y cuánto costó dotarlos de servicios y
conectarlos con los centros de las ciudades a las que se supone que
pertenecían.
La culpa es nuestra por no recordar la falta
de derechos y libertades, algunas tan cotidianas que ahora parecen ciencia
ficción, como los derechos de la mujer a tomar anticonceptivos o a firmar un
contrato de alquiler sin el consentimiento de su padre o su marido (prohibidos
hasta diciembre de 1978).
Las ciudades y los pueblos con servicios
básicos, con parques y zonas verdes, con transportes públicos, se construyeron
desde la izquierda, mano a mano con los vecinos y con los partidos y sindicatos
obreros. No se puede entender la realidad urbana de Catalunya sin el PSC y el
PSUC (luego ICV-EUA).
Y la recuperación del autogobierno, con las
cotas de autonomía más importantes de la historia de Catalunya, tampoco fue un
regalo. Y el mérito fue principalmente de la clase trabajadora y de los partidos
y sindicatos de izquierda ¿De dónde venían los miles y miles de personas que
salieron a las calles en los primeros onze de setembre o en la recepción al
president Tarradellas? ¿De dónde eran los miles y miles de personas que
reivindicaban “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia”?
La gente de izquierdas – una parte muy importante,
originaria de otras partes de España – creyó de verdad en la necesidad de
reivindicar, en un mismo pack, las libertades y derechos individuales,
sociales y nacionales.
Y ahora tenemos que contemplar, con estupor, que
se nos diga que “primero, la soberanía y luego…, ya veremos”.
Sí, también la culpa es nuestra por dejar que
los nacionalistas hayan manipulado la historia para hacerla aparecer como una
dialéctica Catalunya versus España en lugar de lo que fue: una lucha de clases,
donde los trabajadores conquistaron libertades y derechos, también los del
autogobierno.
Y por último, el descaro de la derecha
autoritaria, centralista, nacionalcatólica, que se atreve a cuestionar los
derechos conquistados durante los últimos treinta y tantos años.
Por eso ha sido una decisión fácil decir que
sí a estar en la candidatura de mi partido en Mataró para las elecciones
municipales del 24 de mayo; porque creo en el proyecto del PSC Mataró, porque creo
que no debemos ceder ante los populismos, los nacionalismos o el autoritarismo,
y porque creo que se lo debo a las miles y miles de personas que en el pasado
trabajaron y lucharon por conseguir una sociedad más justa y unas ciudades más
habitables.
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