05 septiembre 2020

Sobre las ocupaciones de inmuebles y el ejercicio arbitrario de un derecho

Aplaudo la iniciativa impulsada por el Colegio de Abogados de Mataró, con la participación de la teniente de Alcaldía de Mataró y abogada, la compañera Nuria Moreno, para la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para acelerar la expulsión de los ocupantes ilegales de viviendas, como en la mayoría de los países de nuestro entorno.

El Colegio de Abogados de Barcelona ha apoyado esta iniciativa y ha reclamado a la administración una reforma legal para agilizar los procesos de desahucio de personas que hayan ocupado de manera ilegal una vivienda. La propuesta, presentada el pasado 2 de septiembre, propone que no sea necesario que la policía pille in fraganti a los ocupantes, ni que se tenga que esperar una sentencia judicial firme sino que sea suficiente con demostrar que las personas que han entrado al inmueble no  son los titulares. Todo ello, a partir de una modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Al respecto del debate sobre este asunto de las ocupaciones de inmuebles me gustaría hacer una serie de reflexiones. 

El acceso a la vivienda es uno de los problemas principales de la clase trabajadora y un obstáculo casi insalvables para la emancipación de los jóvenes. 

Pero si el acceso a la vivienda es un problema, la ocupación es también otro problema cuando se hace contra la comunidad, mediando fraudes, a través de tramas delictivas, saltándose canales de atención social, o sin necesidad perentoria.

El derecho a la vivienda está configurado en la CE (art. 47) como un principio rector de la política social y económica pero no como un derecho fundamental; cuestión ésta que debería resolverse con una modificación de la Carta Magna.

El derecho a la propiedad privada no es un derecho absoluto, en la Constitución Española (art. 33) este derecho está subordinado a la función social, por tanto, en relación a la propiedad de bienes inmuebles, cuando éstos no están siendo destinados a una función social, el abuso del derecho a esa propiedad debe ser corregido.

El apartado 3 del mismo art. 33 CE establece que nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes.

El progresismo mal entendido ha aceptado acríticamente que la ocupación de inmuebles (viviendas, locales, naves) temporalmente sin uso está justificada porque esos inmuebles no están cumpliendo el objetivo de función social que la CE exige para el derecho a la propiedad. Mal entendido porque no todas las ocupaciones son iguales y porque la justificación de unas ha dado paso a las demás.

El problema no radica en la lógica de la ponderación de derechos: propiedad privada versus función social de la vivienda. Todos – salvo algún sector ultraliberal – estamos de acuerdo en esa preminencia a favor de la utilidad pública de la propiedad. El problema radica en que el ciudadano individualmente no puede decidir por su cuenta la ocupación de una propiedad en ejercicio de un supuesto derecho, porque eso es ejercer arbitrariamente un derecho, eso es violentar las normas de convivencia y la legalidad. Un derecho que además no es propio, individual, sino de la comunidad, del interés general.

Si alguien tiene derecho a disponer de esa propiedad porque está incumpliendo la función social a la que está destinada, son los poderes públicos, a través de sus procedimientos administrativos o, si fuera el caso, judiciales.

La ocupación de inmuebles en una mayoría de los casos es un delito contra la colectividad tanto o más que contra una persona física o jurídica propietaria.

Eso por no mencionar la ocupación de inmuebles propiedad – o a disposición - de las administraciones para vivienda social. Esas ocupaciones son escandalosamente graves, merecedoras de procedimientos de reversión de la posesión inmediata, mucho más inmediatos que los que prevé la actual Ley de Enjuiciamiento Civil (reformada por la Ley 5/2018).

Miles de familias tienen graves dificultades para acceder a una vivienda. Tienen que hacer sacrificios personales para poder pagar un alquiler o esperar mucho tiempo para que la Administración les ayude a resolver esa necesidad. La ocupación, la patada en la puerta, es también una patada a esas personas que creen –aún – en las leyes y en las normas de convivencia que nos hemos dotado entre todos.

Si alguna persona o entidad cree que un inmueble no está cumpliendo su función social, que lo denuncie y que espere la resolución correspondiente. Pero en ningún caso tienen derecho a tomarse la justicia por su mano.

Quien diga que el actual ordenamiento jurídico ya contempla todos los supuestos para restablecer la normalidad, se miente a sí mismo.

Los derechos se defienden luchando colectivamente, trasformando las leyes, presionando a las administraciones… Si cada uno coge lo que se le antoje cuando se le antoje, eso es “la selva”. Y en “la selva”, siempre salen perdiendo los más vulnerables.

La solución al abuso de la propiedad en los bienes inmuebles cuando no están destinados a una función social, es legislar para que eso no ocurra. ¿Cómo? Ante todo declarando el derecho a la vivienda como un derecho fundamental en la Constitución. Después con una fiscalidad muy diferenciada entre los inmuebles con uso de los que no tienen uso; una fiscalidad que desincentive la especulación con las viviendas residenciales. Y con una legislación que prevea de forma ágil la expropiación temporal y el alquiler forzoso de las viviendas para que sean destinadas a su función social, tal como prevé en Catalunya la Llei d’Habitatge (art. 42).

Eso y una política de vivienda que planifique y cubra las necesidades de la población. Aunque sobre esto último prefiero escribir un artículo aparte.

 

27 agosto 2020

Vivir en sociedad o vivir en suciedad

Una de las consecuencias del confinamiento por la pandemia del COVID-19, en mi caso y en el de muchísimas personas, ha sido el de salir a hacer ejercicio desde el primer día que se levantaron las restricciones del Estado de Alarma.

Siempre me ha gustado pasear y en los últimos tiempos ir a pie  incluso se había convertido en mi principal medio de transporte. Pero después de los primeros casi dos meses de confinamiento estricto, tuve la necesidad vital de salir a caminar. A caminar con todo lo que implica esa actividad si se hace por espacios abiertos o zonas verdes: respirar, hacer ejercicio, ver las cosas desde otra perspectiva, pensar, admirar paisajes, soñar…  pero también indignarme.

Mi camino  - el que se ha convertido en rutina desde el pasado 4 de mayo –por el carrer Euskadi, Galícia, Josep Trueta, Camí dels Contrabandistes…, me permite disfrutar de vistas increíbles, de apreciar la flora de la zona, asombrarme con la aparición de algunos animales madrugadores, saludar a gente que conozco y también a la que no conozco pero que compartimos el trayecto del paseo o del ejercicio, y me permite también comprobar qué guarros podemos llegar a ser.

Cualquier rincón de la zona de paseo desde el campo de fútbol de La Llàntia hasta la carretera de Valldeix es propicio para que los incívicos aboquen sus escombros, tiren sus bolsas de basura o arrojen sus restos de comida o bebida.

¡Todo eso en el entorno de una de las deixalleries de Mataró!

Y eso por no hablar del deporte de abandonar los coches en desuso en la vía pública, hasta que la administración se los lleve o se fosilicen.

Informo de los vertidos al servicio municipal correspondiente; hago uso de la App Mataró Neta (una herramienta muy eficiente) cuando la incidencia está en zona urbana; hablo con el operario de limpieza de la zona (un muy buen profesional); tomo nota de los coches abandonados y se los paso a Policía Local,…

Y sí,  reforzaremos el servicio de limpieza; pensaremos si hay que mejorar en algo la gestión de la deixalleria; pediremos a la policía local campañas de vigilancia, prevención y sanción de los vertidos ilegales; cambiaremos la ordenanza de movilidad y circulación para castigar con mayor dureza el abandono de vehículos, pero nada de eso será suficiente sin educación y civismo, sin que todos tomemos conciencia de que ensuciar es contaminar, contaminar es atentar contra el medio ambiente y atentar contra el medio ambiente es atentar contra la salud pública.

¿Tan difícil es respetar a los demás y al medio ambiente?

Como la mayoría de ciudadanos y ciudadanas de Mataró, quiero vivir en sociedad, no en suciedad. No voy a perder la esperanza.

Fotografía: "Amanece - que no es poco - a pesar de los incívicos".