28 agosto 2024

La lucha contra el cambio climático también es lucha de clases

Desde hace unos años la comunidad científica insiste en que el cambio climático es el mayor problema al que se enfrenta la humanidad y la vida en el planeta Tierra. 

Los efectos y las consecuencias las estamos viendo a diario: aumento de las temperaturas y de las olas de calor; incremento de los fenómenos meteorológicos extremos; sequías; aumento del nivel del mar; incendios forestales de nueva generación; pérdida de biodiversidad; expansión pandémica de enfermedades; hambrunas; crisis humanitarias por desplazamientos de poblaciones afectadas; pérdida de modos de subsistencia y de puestos de trabajo, etc.

Y, como dice el lema hecho suyo por movimientos ecologistas, “NO HAY PLANETA B”. Pero, si lo hubiera, no sería ese planeta la tabla de salvación de las clases populares. Si lo hubiera, sería un planeta VIP para los megapoderosos, multimillonarios, sátrapas y élites sociales.

De hecho, en el planeta A (la Tierra), que es el nuestro de aquí y de ahora, quien tiene medios, tiene más posibilidades de buscarse un “plan B” para combatir mejor los efectos del cambio climático. 

Lo vimos con los confinamientos por el Covid. No fue lo mismo pasarlo en una vivienda amplia con terraza o jardín que hacinados en una infravivienda. No fue lo mismo no tener parques o bosques a donde salir a pasear cerca de casa en las franjas horarias permitidas que hacerlo por asfalto y aceras.

No es lo mismo pasar una ola de calor con aire acondicionado y piscina que pasarlo con miedo al recibo eléctrico por poner un ventilador.

Y así podríamos seguir con cientos de ejemplos, micro y macro, que demuestran que los efectos del cambio climático son más negativos para las clases trabajadoras, por no mencionar a las personas que habitan en países del tercer mundo o en zonas asoladas por la guerra.

La paradoja es que, siendo el cambio climático, el peor enemigo de la clase trabajadora, es entre las clases más populares donde más cala el negacionismo climático financiado interesadamente por los mismos que ya tienen “plan B” y hasta podrían tener “planeta B”: los megapoderosos, multimillonarios, sátrapas y algunas élites sociales. La mayoría de ellos alineados con postulados de la ultraderecha política.

Por eso es tan necesario que la lucha contra el cambio climático sea socialmente justa. Y es ahí donde deben encontrarse las izquierdas, los movimientos de progreso y los sindicatos de clase. En las soluciones que no dejen a nadie atrás, en las soluciones que comporten progreso socioeconómico y, a la vez, mejora medioambiental.